Ayer lunes 15 de agosto, regresé al Colegio "Santa María" después de un poco más de dos semanas de vacaciones, por cierto bastante cortas. Mientras bajo de la movilidad observo a lo lejos la fachada del Colegio y, vaya sorpresa la mía, se vé exactamente idéntica a como la dejé en mi última visita. Mientras avanzaba los detalles se hacían más visibles y compruebo con extrañeza que todo permanece igual.
Al llegar al Colegio me abre el portón el mismo hombre grandulón, rechoncho y bigotón, ensaya la misma sonrisa fingida a la cual correspondo de igual forma. Más allá está la Brigadier General discutiendo y decomisando las agendas de control a los mismos alumnos dormilones que siempre llegán tarde. Entro a secretaría a firmar mi ingreso, encuentro el mismo cuaderno grande, sucio y viejo; el mismo lapicero azul, Faber Castell, sin tapa, atado a un pedazo de hilo no sé para qué aunque me lo imagino.
Salgo y me saludan los mismos profesores; comentan los mismos temas, me cuentan los mismos chistes y yo sin darme cuenta río, por educación, de la misma forma que el último día que los vi; suena la misma alarma indicando el fin de la formación, los alumnos del mismo modo se dirigen a paso cansado a sus aulas, yo hago lo propio e ingresó a la sección que me corresponde 3ro "E" a compartir el curso de Comunicación y Literatura Española. Abro la puerta y los alumnos estan sentados en los mismos lugares, de la misma forma; al verme se ponen de pie y me saludan sonrrientes como siempre.
Me instalé y saqué de mi mismo maletín, el mismo registro de asistencia y llamé de la misma forma que lo hice siempre, nombre completo, más aún el segundo nombre aunque a muchos les moleste jajaja. Sin percatarme pregunto de la misma forma: "¿en qué nos quedamos?" recobro el sentido y digo para mí: ¡No! ¡no puedo hacer lo mismo! me quedé en silencio por unos segundo, pensé, y llegué a la conclusión: David, nada ha cambiado...
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